El templo parroquial de Nuestra Señora de la Esperanza se llamó inicialmente de Santa María de la Mayor Esperanza y Santa Librada Mártir, en honor a la Virgen de la Esperanza y a Santa Librada, cuyo martirio en la cruz está representado en la cúpula.
Este hermoso templo de gran volumen y belleza se empezó a edificar a inicios del siglo XVIII, como parte del importante proceso renovador que afectó a la mayoría de las grandes parroquias de la diócesis de Cartagena. Ubicado en el corazón del pueblo, presenta la cabecera a poniente y los pies a levante.
Construcción y origen
El obispo Luís Belluga y Moncada, en los primeros años del siglo XVIII, mandó “fabricar abajo una Iglesia de cuarenta varas de largo y diez de ancho en la forma que lo planteara el maestro mayor del obispado señalando el sitio y todo lo demás que convenga a su hermosura y firmeza de la fabrica”, según aparece en el Libro de cuentas de fábrica, Peñas 89, que se encuentra en el Archivo Parroquial. Ordena también que se bajen diversos elementos arquitectónicos de la iglesia del castillo para ser utilizados en la construcción de la nueva. Siendo cura don Juan Tomás Luyando se produjo la visita del maestro mayor del obispado, Juan Fernández, para reconocer el terreno y estudiar el asentamiento del templo. Acto seguido y aceptada su ubicación, se compraron cuatro casas y un corral, que se pagaron a sus propietarios ante el escribano Diego García Soriano. Con fecha de 16 de junio de 1716 se plantea la obra de la nueva iglesia, bajo la supervisión del maestro mayor Bartolomé de la Cruz Valdés. Se empiezan a demoler las casas, a limpiar el terreno y a levantar el templo, bajo la dirección del arquitecto Cosme Carreras, enterrado, por cierto, en esta villa, y del maestro alarife Pedro Ruiz Almagro. En 1747, cuando se empezó a utilizar para el culto, mandó el señor visitador don Manuel Rubín de Celis al maestro Juan Jesús de Funes, que rematase la obra de la torre. Por el mismo año, se realizó el cierre de la cúpula. Será a finales del siglo XVIII cuando se lleve a cabo una ampliación del templo con la construcción de dos nuevas capillas, comprando, para ello, cinco casas colindantes. El arquitecto y maestro del obispado fue don Lorenzo Alonso Franco. Comenzó la ejecución de la obra un 13 de diciembre de 1794 y se terminó el 27 de mayo de 1797.
Estructura
La iglesia tiene planta de cruz latina de una sola nave, cubierta por una bóveda semicircular, con capillas de planta cuadrada entre los contrafuertes, adosadas e intercomunicadas, por las que puede llegarse al crucero.
Las capillas se abren a la nave central por arcos de medio punto con pilares sin basa, y están cubiertas por bóvedas de arista. Por la cúpula, cuyas dimensiones concuerdan con la amplitud de la nave, la luz penetra resaltando los elementos arquitectónicos. Entre el primer anillo de la cúpula y los arcos torales, encontramos las pechinas, con un medallón en cada una, rodeados por relieves de follaje vegetal de estuco, donde están representados los cuatro Padres de la Iglesia de Occidente: san Agustín, san Ambrosio, san Gregorio y san Jerónimo. El tambor está dividido en tres anillos: entre el primero y segundo tenemos ocho infantes o serafines, y entre ellos elementos decorativos de estuco. Entre el segundo y tercero hay ocho ventanales y ocho santas vírgenes rodeadas de ornamentación de estuco, de las que se identifican claramente dos: santa Quiteria y santa Librada. En el cenit se encuentra un elemento decorativo a modo de florón, compuesto por ocho cabezas de ángeles y abundante decoración dorada, del cual desciende un angelote de yesería privado de alas, que en su tiempo portaría cartela. En los lunetos más próximos a la cúpula, tenemos las imágenes de los tres arcángeles, san Miguel, san Rafael y san Gabriel, y del santo Ángel de la Guarda realizadas en yesería. En los lunetos del presbiterio se encuentran santo Tomás de Villanueva y san Fulgencio.
En la amplia nave central altísimas pilastras, sencillas, con basa, cajeadas y de orden jónico, entre las que se abren las arcadas de las capillas, sustentan el arquitrabe sobre el que infantes de yesería a modo de atlantes sostienen la cornisa y la base de la bóveda. Esta se halla interrumpida por lunetos en los cuales se abren ventanales rodeados de ornamentos de estuco. En la parte más alta de la bóveda, nos encontramos angelotes alados portadores de cartelas con leyendas que hacen referencia a la Virgen. Todo ello mezclado con remates, ribetes o cenefas de color azul y molduras de color ocre.
En los brazos del crucero, de blancura inmaculada, sencillas pilastras de orden jónico sostienen la cornisa sobre la que descansa la bóveda. En los lunetos de poniente las ventanas son ciegas, mientras que las de levante y las ventanas abocinadas de los frentes dejan pasar totalmente la luz. Entre las mencionadas pilastras de los brazos del crucero hay arcos ciegos de medio punto y en cada uno de ellos, hornacinas ocupadas por diferentes imágenes. Los extremos del crucero son planos y en ellos quedan restos de los retablos gemelos de principios del siglo XIX.
La puerta principal, de estilo barroco y diseñado como si de un retablo se tratara, está dedicada a la Virgen de la Esperanza, patrona del pueblo. En la parte superior izquierda del dintel puede leerse esta inscripción: “P––>º MTZ AVARO A O 1746”.
Por encima del arquitrabe se encuentra una hornacina venerada donde se ubica la Virgen de la Esperanza con el niño en brazos. En el dintel de la puerta lateral o de san Pedro, se lee: “SE CONCIVYO ESTA IGLESSIA SIENDO BENEFICIARIO Y CURA PROPIO DE ELLA EL Sr. Dn. Franco JOSEPH GIL MINARO AÑO 1746”. En el vértice de la hornacina puede verse la tiara pontificia, atributo característico de san Pedro.
Interior
Tras las dos puertas de entrada, la de la Virgen de la Esperanza y la de San Pedro, se encuentran los canceles. Su diseño corrió a cargo de don Juan de Gea, la talla se debe a Ignacio Castells, los herrajes a Fernando Ríos y el ensamblaje a Francisco Gallardo, vecino de esta villa. Una vez en el interior de la iglesia en un recorrido desde la puerta de la Virgen de la Esperanza hasta el crucero, pueden verse sucesivamente, en el lado derecho, las capillas del baptisterio, de la Virgen del Rosario, de san Antonio Abad y de santa Lucía; en el lado izquierdo, se encuentra, en primer lugar, el acceso a la torre y al coro, seguido de la capilla del Cristo de los Afligidos, la puerta de entrada de san Pedro y la capilla de san Francisco Javier.
Preside el altar mayor un grandioso y hermoso retablo de estilo rococó dedicado a la Virgen y realizado a mediados del siglo XVIII. Se encargó del diseño de la planta Juan de Gea y la talla corrió a cargo de Ignacio Castells; doraron el conjunto Francisco y Gregorio Sánchez y la pintura de los cuadros se atribuye a Bautista Suñer.
En la boca del camarín, que ocupa el centro del retablo, se ubica la imagen de la patrona, la Virgen de la Esperanza o la del Cristo del Sahúco, cuando en determinadas épocas del año es traída desde su santuario en la aldea del Sahúco.
A los dos lados de la boca del camarín se encuentran sendas ménsulas adornadas de rocalla sobre las que actualmente reposan dos imágenes de ángeles ajenas al retablo original. A cada lado hay un par de columnas de orden compuesto, perfectamente proporcionadas, apoyadas en repisas y en elevados y curvos basamentos; todo ello adornado por unas perfectas y carnosas tarjas también de rocalla.
En el centro del frontón puede verse una cartela coronada y rodeada de rocalla con una inscripción alusiva a la imagen titular: SPES / NOSTRA / SALVE. Por encima y a ambos lados se sitúan imágenes de ángeles, el sol y la luna.
Completa el conjunto una serie de lienzos con escenas de la vida de la Virgen atribuidos a Bautista Suñer. Siete de ellos circundan el retablo y el octavo, que representa a la Virgen entre ángeles, es la boca porte, destinado a cubrir en los cambios litúrgicos la imagen central del retablo mayor y que en estos momentos se encuentra expuesto en una de las salas del museo. En el lado del evangelio, es decir, a la derecha, y de abajo arriba tenemos el Nacimiento de María, los Desposorios de la Virgen y el Nacimiento de Jesús; en el lado de la epístola, el izquierdo, la Presentación de la Virgen niña en el templo, la Anunciación, la Presentación de Jesús en el templo y rematándolo todo, la Coronación de Nuestra Señora.
En lo que se refiere a las imágenes, la más antigua del templo es la Virgen de la Esperanza, del siglo XV, en mármol alabastrino, que se encuentra expuesta en la sala principal del Museo Parroquial. A los siglos XVII y XVIII pertenece la mayor parte de las obras, un buen número de las cuales se debe a Roque López, discípulo de Salcillo, de finales del siglo XVIII. Entre las esculturas de este autor destacan una talla de san Antonio Abad y otra de san José. Completan la colección un conjunto de imágenes más recientes.
Todas estas imágenes se pueden contemplar visitando la colección museográfica parroquial donde, además, se pueden leer los detalles artísticos de cada una de ellas en las correspondientes cartelas.
El campanario y la campana María
El campanario de la iglesia está actualmente formado por un total de cuatro campanas de diferente tamaño y una matraca, artefacto compuesto por dos tablas dispuestas en forma de aspa con unas mazas de madera entre ellas, cuyo estruendo al girar sustituía en otro tiempo el sonido de las campanas durante la Semana Santa.
Las distintas combinaciones de sonidos de las campanas dan lugar a los diferentes toques cuyo significado concreto es interpretado inmediatamente por los vecinos.
Las campanas más antiguas datan de 1809 y fueron fabricadas por Joseph Rosas, campanero de la villa de Yecla. La campana gorda pesa 64 arrobas (unos 736 Kg.) y está entre las más grandes de la provincia. Se conoce popularmente como “Campana María”, posiblemente porque en ocasiones la campana mayor solía llevar una cartela en la parte superior con la inscripción AVE MARÍA. Esta campana gorda incluye además una inscripción que reza “YO SOY LA MADRE DEL AMOR HERMOSO Y DE LA SANTA ESPERANZA”. La tradición oral cuenta que en época indeterminada cayó desde lo alto de la torre, aunque sorprendentemente no se rompió y fue repuesta en su lugar.
Las huellas de su impacto contra el suelo pudieron verse durante varios años. La campana segunda fue arrojada desde la torre y se partió en dos. Posteriormente fue refundida para volver a su emplazamiento de origen a mediados del siglo XX. Las campanas fueron bendecidas por el obispo de la diócesis Arturo Tavera y Araoz, primer obispo de la diócesis de Albacete.