La Ascensión
El día de la Ascensión, de gran tradición y popularidad, era muy importante en Peñas puesto que se celebraba la Primera Comunión.
Los niños y niñas que esperaban recibir “su primera comunión” eran los protagonistas de una ceremonia que se iniciaba con la procesión desde el convento de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl hasta la iglesia, donde los niños y niñas eran presentados en el altar por otros niños vestidos de ángeles. Llegado el momento cumbre de la ceremonia los niños se acercaban por parejas a tomar la comunión, organizados por las hermanas a golpe de “chasca” (especie de cajita de madera que al abrirse y cerrarse produce un golpe seco para llamar la atención).
Tras el acto religioso todos los niños y sus familiares se reunían en el patio de las hermanas para compartir una apetitosa chocolatada acompañada de magdalenas, bollos, bizcochos y otros dulces preparados por sus madres.
La Candelaria
La Candelaria –de candelas– es una simpática fiesta celebrada en honor de Nuestra Señora el día de la Purificación.
Esta fiesta se conmemoraba en Peñas con una sencilla celebración dirigida por las Hermanas de la Caridad y con el protagonismo de los niños que habían recibido por primera vez a Jesús Sacramentado el año anterior. Un coro de niños con sus limpias voces servía para realzar el acto.
En la mañana del día 2 de febrero se oficiaba una misa en la parroquia con la presencia de niños y niñas luciendo sus vistosos vestidos de Primera Comunión quienes protagonizaban una procesión desde el atrio de la iglesia hasta las gradas del presbiterio portando las ofrendas.
Iniciaba la marcha una niña llevando una hermosa tortada adornada con velas; dos pasos más atrás seguían dos niños portando un pichón blanco cada uno para realizar la ofrenda que se hace al Señor en el ofertorio de la misa. Escoltando a los portadores de las ofrendas, otras dos niñas de mayor edad, con túnicas blancas y alas sujetas a la espalda semejando ángeles, los guiaban hasta el altar. Seguía a continuación el resto de niños y niñas portando velas encendidas en silenciosa y emotiva procesión.
Una vez terminada la misa se procedía a la rifa de la tortada cuya recaudación, obtenida de la venta de papeletas, se dedicaba a limosnas.
San Antón
El sentir popular considera a san Antonio Abad (san Antón) como abogado y protector de los animales domésticos. Su fiesta se celebra el 17 de enero.
En nuestro pueblo la conmemoración festiva comenzaba con el traslado procesional de su imagen desde la iglesia parroquial hasta su ermita en el cementerio viejo, donde se oficiaba una solemne misa en su honor.
Terminada la santa misa el sacerdote, revestido de sobrepelliz y estola, salía a la puerta de la ermita para bendecir con agua bendita a los animales que los vecinos le iban presentando: mulas, asnos, caballos, perros, etc.
Se hacía necesario que las caballerías diesen varias vueltas alrededor de la ermita del Santo para pedir sus favores y dar gracias por los que ya había recibido.
A la caída de la tarde el Santo regresaba en procesión a la parroquia.
Como dato curioso e interesante mencionaremos en esta conmemoración al llamado “gorrino de san Antón”. Era éste un cerdo pequeño que todos los años por primavera una familia del pueblo donaba al Santo para solicitar su favor, o por otras causas. Suelto y libre por las calles del pueblo, recibía las atenciones de los vecinos: aquí unos granos de cebada, allá unas “panochas”, en otra casa un poco de “amasao” y el agua necesaria. Siempre había algún vecino que le daba cobijo para pasar la noche.
Llegado el día de san Antón se procedía a su rifa, destinando los donativos para arreglos en la ermita.
La Santa Cruz
La devoción a la Santa Cruz, es la tradición más antigua de nuestro pueblo, anterior al Cristo del Sahúco.
Viernes de Cuaresma de mediados del siglo XV. Dos piadosas jóvenes recorren en el castillo las estaciones del Vía Crucis esperando conseguir las indulgencias que la Santa Madre Iglesia concede a sus devotos.
Al llegar a una de las estaciones, observan con asombro y dolor que en uno de los “pasos” falta en su peana la correspondiente cruz. Deseando reparar tan significativa falta vuelven presurosas a su casa para darle a ello solución.
Encuentran allí un ramo de olivo bendito de la misa del Domingo de Ramos anterior y cogiendo dos tallitos los cruzan formando una cruz, que sujetan con un hilo de lana. Colocan esta cruz sobre la peana correspondiente.
Años después, muertas ya las dos devotas mujeres, se procede a renovar las peanas y cruces de todo el recorrido del Vía Crucis. Encuentran la cruz de olivo bendito tal como la habían dejado las mencionadas doncellas y deciden colocarla para su conservación en uno de los altares de la iglesia del castillo.
En la noche del domingo 24 de mayo de 1517, una tormenta con profusión de truenos y relámpagos acompañados de fuertes ráfagas de lluvia se acercaba al castillo. Un grupo de curiosos, salieron de sus casas para presenciar la tormenta; de pronto, a la luz de un relámpago, vieron como la cruz de olivo bendito puesta en el Pico de Hellín dos años atrás, se iluminaba con tres llamas de lumbre que salían de sus brazos; prodigio que se repetiría horas después a la vista de numerosas personas incluidos clérigos y escribanos. Desde entonces la Santa Cruz sería centro de adoración de las gentes y hacedora de milagros.
Para preservarla de deterioros o roturas, se le hizo un estuche de madera noble, que posteriormente sería sustituido por otro de plata donada por una piadosa señora.
La tradición oral cuenta (también permanece escrito) como habiendo sido bajada la Santa Cruz desde su ermita a la Iglesia Parroquial, ésta se volvió durante la noche misteriosa y milagrosamente a su ermita del castillo.
Para celebrar tan feliz acontecimiento, se sacó en procesión la Santa Cruz para bañarla en la fuente situada al pie de la peña. Después de bañada se celebró una misa solemne y se devolvió en jubilosa procesión a su ermita del castillo.
La tradición conservó esta costumbre y todos los años, el día 2 de mayo, la Santa Cruz se bajaba en procesión a la parroquia, donde era recibida por el párroco a la puerta de la Iglesia Mayor con cánticos. Luego, al día siguiente, en multitudinaria procesión llevaban la Santa Cruz a la fuente (el Pilar) situada al fondo de la Plaza Mayor, donde un altar levantado en su honor esperaba su llegada. Una vez allí, en breve ceremonia era bañada en las aguas de la fuente para su bendición y, a continuación, se introducía en cada una de las numerosas vasijas que las mujeres del pueblo habían colocado sobre el altar con el deseo de obtener y guardar el agua bendita de este modo.
Más tarde se bendecían los campos y se oficiaba la Misa Mayor, trasladándose después la Santa Cruz de nuevo a su antigua casa.
San Blas
La celebración de la festividad de San Blas se remonta probablemente al siglo XVIII, época de la que data la imagen de este santo que se encuentra en el museo parroquial que tuvo, incluso, su propia ermita en la calle Pedregosa. La fiesta consistía básicamente en la celebración, el día 3 de febrero, de una misa con presencia de la imagen del santo en el centro del altar. Los fieles asistían a la ceremonia con una vela en la mano para ponerla a los pies del santo, a quien se invocaba particularmente para remediar las afecciones de garganta.